Heredera de luna llena
Capítulo 1
Contemplo por última vez el
fulgor de luna llena que se refleja en el mar. Su luz ilumina la noche y mis
pensamientos que se desplazan más rápido de lo que quisiera. Percibo, además,
el golpe de las olas que revientan contra las rocas del acantilado. Desde mi posición
solo se observan como minúsculas piedras son bañadas por la sal del mar.
Desearía que las gotas que danzan en la oscuridad alcanzaran mi rostro para
apagar el nerviosismo que se cierne sobre mí, pero desde la altura de mi balcón
es imposible que me alcancen.
El bullicio y las risas en el
interior de mi habitación no me permiten que el ritmo acelerado de mi corazón
regule su intensidad. La razón, es porque en unas horas más perderé mi
virginidad. Situación que me preocupa, pero no tanto como el hecho de que en un
tiempo más estaré sentada en el trono liderando a todos los territorios de
Badru, regalo de mi hermano por haber rechazado su derecho a ser rey. Desde
mañana tomaré mi posición, junto a los monarcas para liderar a los reinos, cosa
que me deberá convertir de manera fulminante en una mujer con carácter,
piadosa, líder, y varias características más que prefiero no recordar, ya que
no me siento ninguna de ellas.
Según mi padre, el rey
Leonidas, lo primero que me debo ganar es el respeto de mi pueblo, pero no al
punto de infundir miedo; la línea que separa estas características es muy
delgada y a la vez pueden ser muy peligrosas, ya que las dos pueden manejar a
las masas y unificar a los territorios o llevar a Badru a la oscuridad. El
respeto ha sido el legado de mi padre. El aire gélido de la noche
golpea mis hombros desnudos. Desde aquí contemplo las luces tenues de las
embarcaciones que ya zarpan hacia el otro lado del mar. Un lugar que nunca he
visto y tampoco lo haré, mi obligación está con mi pueblo.
—Eleonor —una de las doncellas
toma mi brazo—, ya es tarde.
Dejo que me guie nuevamente
hasta el banquillo, al frente de diez mujeres más. Al sentarme realizo una
mueca de malestar al sentir el corsé comprimiendo mi abdomen. Esto es uno de
esos momentos en que envidio a los hombres. Ellos no deben lidiar con capas y
capas de ropa, haciendo que los pulmones se transformen en una pequeña nuez,
comprimidos hasta que las amígdalas asoman por la garganta. Al menos, puedo ver
que mi pequeño busto resalta, y de alguna manera eso me hace sentir más adulta.
Observo a Laurel que comienza
la labor de cepillar mi cabello. Se bate con el peine, deslizándolo con fuerza
desde mi cabeza hasta las puntas que yacen en el suelo. No tengo recuerdos de
cuándo fue la última vez que fue cortado, tal vez nunca. Existen
bastantes cosas extrañas en nuestras costumbres. Pero definir a través del
cabello en qué etapa de la vida te encuentras, pienso que es bastante
excéntrico y en mi caso vergonzoso. Que mi gran trenza que se balancee hasta
mis rodillas, es indicio que ningún hombre me ha tocado. Las mujeres adultas al
verme levantan su cabeza con orgullo, pero los jóvenes de mi edad me miran con
lástima. Varios me han comentado que no he conocido el verdadero placer de la
vida, pero eso acabará esta noche, solo espero que realmente Dorian sea mi alma
gemela.
—Eleonor, todavía te faltan
accesorios. —Una de las doncellas se acerca tomando mi brazo, y comienza a probar
diferentes anillos.
—Es normal que te encuentres
nerviosa. —Laurel habla, al tiempo que continúa con el trenzado de mi cabello.
Esta vez, no es un tomado firme. Varios mechones sobresalen dando volumen, los
nudos no están rígidos, más bien sueltos, y entre cada giro del pelo inserta
pequeños pedazos de corteza de árbol.
—Acaso, ¿quieres que anide
aves? —No puedo evitar sorprenderme por las diminutas ramas que se entremezclan
en mi cabello. Además del normal peso que debo cargar a diario, Laurel agrega
más.
—La idea es que tu marido lo
escarbe hasta quitarlos todos. —Una risa nerviosa se escucha al lado de Laurel.
—¿Tú también hiciste esto?
—pregunto intrigada, solo me habían comentado los aspectos básicos de la noche
de boda.
—Sí. Que tu hombre acaricie
las fibras de tu cabello, puede hacer que el fuego de una mujer se
encienda. —Laurel cierra un ojo, mientras continúa tejiendo mi cabello
color oro.
Detengo mi atención en su
trenzado. Se desliza hasta debajo de su busto. Hace poco que contrajo matrimonio
y debe haber pasado por la ceremonia de entrega en la noche de su boda. En
nuestro pueblo, el hombre que te desposa, es el único que puede tocar tu
cabello. Lo desenlaza, y luego lo corta. A la mañana siguiente, lo debes peinar
en dos trenzas que simbolizan que tu vida se ha bifurcado en dos y que otro ser
forma parte de tu alma; nuestros habitantes están seguros, que el cabello es
una extensión de nuestro cuerpo y de nuestro ser. Pensar en esto no me
ayuda con mi ansiedad, porque esta noche Dorian lo desenredará y nuestras vidas
se unirán en alma y, literalmente en cuerpo. Aunque algunas doncellas me han
mencionado aspectos básicos de cómo ser una buena amante. Me da una vergüenza
del tamaño del castillo desnudarme en frente de él. Solo lo he visto un par de
veces. La primera vez fue después de tener mi primer sangrado, en donde todos
los reinos recibieron la noticia de que era fecunda. Esa fue mi primera y
notoria presentación en sociedad, y a causa de este acontecimiento, se realizó
más de alguna celebración al saber que mi sangrado había iniciado en luna
nueva. Por consecuencia, mi fertilidad sería en luna llena, la marca de los
herederos.
En la antigüedad, existieron
monarcas que nacieron en otra fase lunar, pero ser concebido en luna llena es
un privilegio de los antiguos ancestros. Marca liderazgo, fortaleza y varias
cualidades más que, para ser sincera, no me cautivan. Es difícil sostener sobre
mis hombros la gran responsabilidad a la que me estoy por enfrentar.
Con las yemas de mis dedos,
busco inconscientemente la marca que me realizaron a los siete años. Dibujo
perteneciente a la luna de mi nacimiento, que da a conocer tu carácter según su
fase al llevar el signo de los antiguos ancestros. Mi padre pretendía que me
tatuara la luna llena en la cara para mostrar mi autoridad, pero la madre
antigua logró disuadirlo y pude seleccionar el lugar en mi cuerpo, eso sí,
siempre visible para los demás. Al no tener muchas opciones, opté por la
clavícula, pero cuando sentí la primera aguja clavándose hasta mis huesos, ya
me había arrepentido. Lamentablemente, no había vuelta atrás, porque aún se
encuentra latente en mí el dolor, y hasta podría jurar que aún percibo esa
sensación al palpar la marca.
—¡Ay! —exclamo al sentir que una de
las doncellas clava un brazalete en mi brazo.
—Disculpe mi
lady, es que estoy nerviosa —dice la joven, sonriendo de manera intranquila.
—¿Quién te está cortejando?
—Ladeo mi cuello para ver su amarre. Su trenza va tomada con un cinto rojo.
—Mi lady —sus mejillas se
tiñen de rojo—, uno de los mozos del príncipe Dorian me pidió que nos
juntáramos después del banquete.
—¡Qué descarada! Así no
conseguirás marido. —Levanto mis cejas divertida. —Algunos
hombres piensan que deben conocer a la mujer por completo para desposarla. —La
doncella sonríe.
—¿Y supongo que tú también
quieres probar los ingredientes de ese guisado?
—Sonrío pensando que su vida
siempre será más fácil. Las mujeres solo deben amarrar un cinto color sangre a
su trenza y pueden ser invitadas. Su pelo lo corta el primer hombre que las
posee. Después, pueden salir libremente; muchas dicen que es fundamental saber
que sus cuerpos se unirán a la perfección y creen, fervientemente, que aquello
vaticina un buen matrimonio. —Creo que tú no tendrás
problemas con tu guisado, el príncipe es apuesto.
—Laurel sonríe al terminar de
colocar el cinto blanco en el borde de mi cabello.
Mi mente viaja hacia Dorian,
mi prometido. No puedo negar que es apuesto, pero tal vez me hubiese gustado
conocer a otros hombres o, tal vez, poseer más experiencia. Pero al ser la
heredera del reino, todos los jóvenes siempre me sonreían y luego giraban sus
talones para alejarse cuando se enteraban que era la princesa y, más aún, que
estaba prometida en matrimonio al príncipe del reino que rige bajo nuestra
misma casa, la de Los Ciervos. Por lo que mis nervios, entre otras cosas,
radican en que hoy daré mi primer beso, veré a un hombre desnudo y tendremos
que concebir al futuro heredero de todos los territorios.
Agradezco con la mirada a
Laurel, es la única que ha tocado mi cabello desde que tengo uso de razón, y
esta noche otras manos lo desenredarán. Bueno, no puedo ser tan pesimista,
también hoy lo cortarán y dejaré de llevar este peso que he cargado por
diecisiete años, estoy segura que mi cuello lo agradecerá.
Miro hacia un costado
encontrándome con el vestido color marfil que sostiene una de las mujeres.
Respiro profundamente y me incorporo. Ha llegado el momento para el que me han
estado preparando, aunque estoy segura que nadie puede estar listo para esta
responsabilidad, es mi destino. Por los pies me introduzco en la
aparatosa prenda, mientras amarran la parte de atrás. Me detengo unos segundos
frente al espejo, fascinándome con las piedras brillantes que están bordadas al
corsé y titilan con la luz de las velas; también siento que mi busto adquiere
protagonismo, espero que no todos centren su mirada en ese lugar. Me balanceo
sobre mis pies y la falda vaporosa hace un movimiento parecido al que realiza
una campana, cuando los bordados con hilo color plata se arremolinan por todo
el faldón.
—Estás hermosa —la madre
antigua se para a mi lado—. Eres la viva imagen de tu madre.
Al escuchar esto, trato de
mantener mis recuerdos escondidos, aunque falleció hace muchos años y su imagen
ya no está en mi memoria, siempre he sentido su falta.
La madre de mi padre me toca
la mejilla para que me observe en el espejo. Me sorprendo al ver el gran
trabajo que realizaron las doncellas; mis ojos se encuentran decorados con algún
polvo negro que los hace más grandes y demarcados, mis labios llevan un
destello rojo, y la hermosa tela hace resaltar mi blanca piel.
La madre antigua me mira
con orgullo y asiente en gesto de aprobación. Si no la hubiera tenido a ella,
creo que me hubiera vuelto una rebelde. Siempre estuvo presente para guiar mis
pasos. Tres golpes
sordos en la puerta me hacen saltar. Las doncellas comienzan a correr de un
lado a otro dando pequeños alaridos. Yo estoy afirmada contra el suelo. De los
nervios mis piernas se han vuelto rígidas y solo logro ver tomados blancos y
rojos bailando a mi alrededor. Al parecer, varias de ellas también tendrán
acción esta noche. Este pensamiento hace que se me seque la boca, logrando que
inhale de manera profunda. No puede ser tan difícil estar con un hombre. Creo
que ellas lo disfrutan por sus caras de emoción.
—Es Alen, viene por ti.
—Laurel deja caer mi trenza y ya siento el peso extra de las ramitas de árbol;
quiero decir que lo encuentro una estupidez, pero la tradición es la tradición.
—¿La emoción supongo que
es por mi casamiento? —Miro a las mujeres que acomodan sus vestidos al borde de
sus costillas y colocan el tomado de su pelo hacia el frente para que puedan
apreciar que quieren ser invitadas.
—Eso también —una de las
sirvientas acomoda nuevamente mi faldón, estirando los pliegues—. Espero que
esta noche me invite Alen.
—Eso ni lo sueñes —otra de las
sirvientes se para junto a la puerta —. Hoy me invitará a mí. No puedo
evitar mover mi cabeza en negación, por la esperanza que tienen las muchachas,
que la mano derecha de mi padre las despose; tengo claro que eso no sucederá,
Alen nunca se ha tomado a alguna mujer en serio.
Todas las doncellas se alinean
en dirección hacia la gran puerta de madera y la madre antigua se para a mi
lado. Doy una última y larga exhalación, luego asiento, ya no hay vuelta atrás.
La muchacha con el cinto rojo abre la puerta.
Los cuatro guardias del
exterior toman una postura formal y debo obligar a mis piernas a salir a su
encuentro. De inmediato, localizo los ojos azules de Alen, quien me observa con
una sonrisa burlona.
—Primera vez que te veo tan
elegante —digo contemplándolo, ya que esta noche lucimos, todos, nuestras
mejores galas.
—Es primera vez que te veo
vestida como una dama. —Alen clava su mirada en la parte de arriba de mi corsé,
y la idea que mi busto pasara desapercibido se esfuma.
Carraspeo, mientras continúa
mirándome con cara de bobo. Se endereza y vuelve su atención a mis ojos; ese
tipo de mirada me podría haber ruborizado, pero es Alen, me crié con él, y
desde que se fue mi hermano, pasó a tomar su lugar.
De reojo, percibo el revoloteo
que aún hay en la habitación y cómo algunas doncellas se empujan para llamar la
atención de la mano derecha de mi padre. Rodeo mis ojos poniéndolos en blanco,
y le realizo un gesto con la cabeza. Él, por su parte, me guiña uno de los
suyos bajando sus largas pestañas oscuras; estoy segura que debajo del casco,
su pelo debe ir suelto; alguna de las mujeres tendrá suerte esta noche.
Me tiende su brazo y coloco mi
mano sobre el helado acero que cubre su cuerpo, cuando la tensión en este
minuto se dispara.
—¿Estás lista para tu boda?
—Alen sonríe.
—Es lo que debo hacer.
—Levanto mi cuello y arremango con mi mano libre la falda, al mismo tiempo que
comienzo a realizar unos pequeños y no tan equilibrados pasos. Nos
deslizamos por los estrechos pasillos, y en este momento solo me fijo en las
antorchas que alumbran el lugar. De a poco se hace audible el bullicio que
llega desde el gran salón, por lo que aprieto con fuerza la tela de mi vestido.
Todo el reino estará presente para este acontecimiento.
—Lo harás bien —dice Alen a mi
lado.
—Lo hubiera hecho mejor mi
hermano —respondo, maldiciendo a Emery por haberse enamorado de una doncella y
haber renunciado al trono dejándome con toda la responsabilidad. Al ser la
única sucesora e hija, debo asumir el rol.
—En eso estás equivocada.
—Alen sonríe.
La verdad, es que no odio a mi
hermano, pero desearía que estuviera aquí. Al haber desechado su posición, se
tuvo que alejar. Sé que vive cerca del Bosque Blanco, pero jamás podré
visitarlo, y no sé si volverá algún día. Mi corazón se aprieta, lo extraño
demasiado. Me enfoco
nuevamente en las antorchas y el pasillo adelante desaparece, ya estoy a unos
pasos del salón. Percibo el movimiento de cabeza de Alen y varios guardias se
acercan, ahora voy escoltada por ocho armaduras.
—No creo que hoy vengan los
rebeldes. —Busco su mirada.
—Eso no lo podemos prever.
Además, sin ser invitado Celsius, el rey del Valle Oscuro, se encuentra en el
salón. —Alen tensa su quijada.
—¿Qué? —Mis ojos se abren ante
esta noticia—. ¿Qué hace acá? —Dice que él también tiene que estar
presente en la boda, que es su derecho. De cierta manera es verdad, no se lo
podemos negar. —Alen se detiene.
—¿Y qué dijo en relación a los
rebeldes? ¿es su derecho también? —añado, recordando que las últimas semanas
han ingresado al castillo, robando víveres y caballos.
—Escucha —Alen me toma por los
hombros—, hoy tu concentración debe estar en tu boda, y no me refiero
necesariamente a la ceremonia. —Esboza una pequeña sonrisa y mira mi trenza.
—Cállate, están los guardias.
—Ahora sí que me ruborizo, pensando en lo que pasará después de los votos.
—Eso no es un secreto de
estado, pero tengo mi fe puesta en Dorian, es el indicado para hacerte feliz.
—Solo quiero que sea mi alma
gemela. —Bajo la mirada. La verdad, es que yo también lo espero.
—Ya lo veremos —Alen vuelve a
extender su brazo—. ¿Lista?
—No, pero soy la novia.
—Sonrío tímidamente, porque el nerviosismo volvió a varias partes de mi cuerpo.
Ingresamos al balcón del salón
y mi boca se abre. Desde el segundo piso tengo una vista de todo el lugar. La
cantidad de invitados son más de los que imaginé, por lo que mentalmente repito
que debo mantener la calma y no rodar por las escaleras con mi gran vestido. Al
sentir nuestra presencia, todos extienden su mirada hacia nosotros para
observarme.
Trato de mantener mi rostro
relajado, aunque mis dientes los aprieto con fuerza. De manera rápida, admiro a
la concurrencia y lo veo. Mi futuro marido frente a la mesa dispuesta para la
ceremonia, con su armadura formal se ve mucho más alto de lo que recordaba. Sus
ojos me encuentran y asiente de manera casual. Ruego a los antiguos ancestros
que sea el indicado y con el tiempo el amor nos encuentre.
—Es el indicado. —Al parecer,
Alen lee mis pensamientos.
Al llegar a la parte alta de
la escalera, la mayoría de los presentes realizan una reverencia. Un escalofrío
recorre mi cuerpo y siento como el vello de mi nuca se eriza, la piel de mi
rostro se entibia al igual que mis manos, en el centro del pecho un calor
inusual me aborda y mi corazón se acelera.
—¿Todo bien? —Alen
susurra. No puedo responder. Mi respiración huye. El nerviosismo quiere jugar
conmigo, aunque este tipo de ansiedad nunca la había sentido. Bueno, debe ser
porque nunca antes había estado por contraer matrimonio.
La madre antigua se acerca a
mi lado y acaricia el borde de mi brazo. Este gesto hace que mi angustia
disminuya encontrando nuevamente mi aliento, lo que me permite volver a sonreír
de manera controlada hacia Alen. Le agradezco asintiendo con un leve movimiento
de cabeza que esté a mi lado. De cierta forma, con su imponente figura me traspasa
la seguridad que en este momento necesito con premura.
La madre antigua se ubica
adelante, y mis ojos se dirigen a su nuca. Es la forma que encuentro para
escapar de las miradas curiosas de los asistentes. Mis ojos bailan por su pelo
trenzado, su agarre es diferente, va alzado en un remolino sobre su cabeza. El
padre antiguo, su esposo, murió hace años. Ella podría haber vuelto a peinar su
pelo en una sola trenza para que la cortejaran, pero me explicó, que solo había
existido un gran y único amor en su vida. Al escuchar sus palabras, confirmo
que mis deseos son los mismos, que un único amor me atrape por siempre.
Emprendo el descenso
lentamente, mientras saludo a las personas que se encuentran a mi lado
esperando el gran acontecimiento. Al finalizar mi desplazamiento, me encuentro
al frente de una senda que han formado los asistentes, creando la ilusión de un
pasillo que me llevará al altar.
La mayoría de los hombres
visten sus armaduras ceremoniales y las mujeres voluminosos atuendos coloridos.
Sigo saludando con un pequeño movimiento de cabeza a varios soberanos que
reconozco. Mi atención se dirige a una figura a mi izquierda. Ladeo mi cuello
con un movimiento leve y lo localizo, el rey del Valle Oscuro, y no es que pase
desapercibido. Su imponente cuerpo destaca sobre los demás. En su rostro
predomina una extensa cicatriz que baja desde su mejilla y se pierde en el
interior de su armadura. Su atuendo, al no ser formal, también desentona con el
entorno. Viste un peto de acero gris que cubre su pecho. El resto de su
vestimenta es de cuero negro y un gran abrigo de piel café cubre sus hombros.
Pero lo que sin duda lo mantiene totalmente fuera de lugar, es el lobo que se
asoma entre sus piernas; al sentarse a su lado, la mano del hombre reposa sobre
su cabeza.
Miro de reojo a Alen, él solo
asiente. La calma que había tratado de mantener se disuelve. No logro
comprender cómo mi padre permitió la concurrencia al hombre que constantemente
lo desafía y que desde hace años, pretende ser el rey de todos los territorios;
además, con un animal de esa envergadura. Yo una vez tuve un conejo, pero jamás
se me hubiera pasado por la cabeza llevarlo a una celebración.
Distingo la insignia de su
casa forjada en acero que se halla en su capa. La cara de un lobo con sus
fauces abiertas me mira, sus colmillos resaltan. Desvío mi atención y sigo
caminando, pero aún percibo la expresión aguda y fría de sus ojos sobre mí.
Trato de volver a la calma y busco en el entorno un objeto que me regale algo
de tranquilidad en este momento, y lo encuentro. Del techo, cuelgan telas que
recubren los extremos de las paredes. Un hermoso ciervo levanta su cabeza con
gracia y majestuosidad, es el animal de mi casa y es uno de los mamíferos más
apacibles que puedan existir, al igual que mi pueblo.
Alen se aleja de mí para dejar
que realice los últimos pasos en solitario. Por su parte, Dorian extiende su
brazo con una reverencia. Le devuelvo el saludo y me afirmo de su antebrazo
mostrando confianza, no es que la sienta, pero es lo que se espera de una
futura monarca. Me ubico a su lado y su presencia me hace recordar que en pocas
horas más estaremos solos en una alcoba, y además de nuestros brazos, otras
partes de nuestros cuerpos se tocarán. Claramente, debo dejar de pensar en eso
o para cuando la ceremonia concluya, mis nervios se habrán destrozado por
completo.
Para desviar mis pensamientos,
miro hacia mi padre, encontrando sus ojos que irradian orgullo y calidez.
Mientras los míos viajan por las dos delgadas trenzas que descienden de debajo
de su corona cayendo hasta sus hombros. Ellas simbolizan el nacimiento de Emery
y el mío, sus herederos. Cuando me inclino ante su presencia, escucho el
susurro de Dorian.
—Mi señora, estás hermosa.
Mis labios se elevan en una
tímida sonrisa y mi nerviosismo disminuye por unos segundos. Las palabras que
acaba de pronunciar son, sin duda, lo que espera escuchar una mujer de un
príncipe y, obviamente, es lo que esperaba yo al encontrarme con él.
El rey Leonidas, mi padre, se
aleja de la mesa y toma su lugar el consejero. De inmediato comienza con la
lectura de los votos. Escucho que comenta del compromiso y liderazgo hacia
todas las legiones. Lo que sigue recitando me lo pierdo al percibir la marca en
tinta que llevo sobre mi clavícula que comienza a escocer. De reojo observo a
Celsius, el rey del Valle Oscuro a unos pasos de mí, aunque quiero bloquear su
presencia, no puedo dejar de sentirme inquieta.
Despierto cuando el consejero
toma mi mano y la une a la de Dorian, entrelazándolas. Mi primera sensación es
una piel suave, lo que quiere decir, que no ha estado en muchos combates. La
verdad es que nadie lo ha estado, ya que la paz establecida en los reinos lleva
varias generaciones.
Vuelvo a centrarme en el
consejero, lo escucho haciendo referencia a que nuestras vidas se cruzarán y
juntos tramaremos nuevos caminos. Nuestra vinculación hilará el amor, tejiendo
con nuestro ser a un nuevo heredero. Las palabras me envuelven y desde el fondo
de mi ser, es lo que quiero que suceda. Realmente, creo en el verdadero amor, lo
he visto, además me casaré para toda la vida, deberá nacer en algún momento.
Levanto la vista en el
instante en que el consejero me ubica frente a Dorian; me pierdo un segundo en
sus ojos, es la primera vez que estoy tan cerca del destello gris de su mirada,
que emana calma y decisión, dos cosas que necesito con urgencia, en ambas estoy
fallando.
Nuestros dedos se entrelazan y
él lo hace con delicadeza. Me sonríe de manera cálida, al parecer, tratando de
traspasar seguridad. Un pequeño hoyuelo se dibuja en su mejilla acentuando sus
hermosas facciones. Me cuesta seguir el sermón del consejero y divago pensando
que, a lo mejor, sí podría ser el indicado.
—Eleonor, marcada con la fase
de tu nacimiento; llevas contigo la fortaleza, la perseverancia, el valor y el
liderazgo en tu sangre.
El consejero levanta una
réplica de luna llena forjada en hierro, la misma imagen que llevo grabada en
mi piel.
—Dorian, marcado con la fase
de tu nacimiento; llevas contigo el respeto, la lealtad, la templanza y la
justicia en tu sangre. —Levanta una imagen en el mismo material, pero de una
réplica de luna creciente.
El consejero continúa leyendo,
pero otra vez dejo de oír. En unas horas más, conoceré donde lleva su marca
Dorian. Me imagino el cuerpo desnudo de mi futuro esposo y recuerdo los
consejos de las doncellas, en relación, a algunas de las maniobras que podría
realizar en la alcoba. En esta ocasión agradezco estar de espaldas a la
audiencia. Estoy segura que podrían ver el rubor que se ha situado en mis
mejillas.
Un golpe atronador desde el
exterior, hace que me gire hacia la parte de atrás del salón. Gritos y choques
agudos de acero llegan de manera tenue. Los invitados comienzan a susurrar. De
inmediato, la guardia real me rodea junto a mi padre, la madre antigua, Dorian
y sus padres. Sus manos ya están puestas en sus empuñaduras cuando otro grupo
de manera casi reflejo, forma una columna cerrada frente a la entrada principal
del salón.
—Rebeldes. —Alen pasa por
nuestro lado y se acerca al rey Leonidas.
Sigo la mirada de mi padre que
va hacia Celsius, el rey del Valle Oscuro, pero no logro interpretar la
expresión de aquel hombre. Su semblante se encuentra inescrutable, su mirada
continúa fría.
—Me dirigiré con mis hombres
al exterior, antes que traspasen el castillo. —Alen realiza un gesto de cabeza
a varios guardias y salen por uno de los pasillos.
Desde la entrada se escuchan
alaridos y pasos que corren en varias direcciones.
—Sácalos de acá, ahora,
dirígelos al interior de la fortaleza. —El rey Leonidas le da la instrucción a
uno de los guardias.
La mayoría de los monarcas se
desplazan con sus esposas hacia una puerta lateral, al lado de la escalera. La
madre antigua toma mi brazo para guiarme en esa dirección. Me resisto al
instante, no comprendo por qué mi padre toma la decisión de desalojar la sala
ante un grupo de rebeldes. No es la primera vez que nos atacan y estoy segura
que Alen los podrá contener.
Inesperadamente, un aullido
inunda el interior del salón. Mis ojos se posan sobre la gran bestia de color
negro que acompaña a Celsius. Su garganta está extendida hacia el techo y de
sus fauces esgrime un gran bramido, es escalofriante, pero al mismo tiempo me
hipnotiza.
Capítulo 2
Sigo mirando al gran animal
que aúlla. El sonido que emite envuelve todo el salón. Busco la mirada de mi
padre y la pasividad y seguridad que siempre había mostrado se desmorona.
Despierto al escuchar nuevos
aullidos provenientes del exterior, se cuelan desde diferentes direcciones y la
mayoría se congrega al otro lado de la puerta principal.
—Deben sacarla del castillo de
inmediato. —El rey indica enérgicamente a mis escoltas.
—¡Papá, no me iré si no es
contigo! —grito, pero todos ignoran mi solicitud y junto a la madre antigua me
conducen hacia el pasillo en donde encontraremos, al parecer, la salida.
Nos detenemos cuando las
puertas de la entrada se abren de par en par. Todos los soldados de la guardia
real desenvainan sus espadas al mismo tiempo y en una coreografía de exactitud.
Entre las hojas plateadas se
mueven siluetas que a medida que avanzan se van haciendo perceptibles. Una
veintena de hombres ingresan. Las caras destacan al ir pintadas de negro y
rojo, sus cabellos van amarrados totalmente despejando el rostro, lo que quiere
decir que son guerreros y vienen a luchar.
Es la primera vez que veo este
tipo de enfrentamientos y la verdad, nunca había escuchado de semejante
afrenta. Sin poder evitarlo, mis manos se humedecen y mis ojos no logran
pestañar del impacto que me crea observar a los grandes hombres que se ubican,
uno al lado del otro, dejando solo un pequeño espacio entre sus enormes y
cuadrados hombros. En una de sus manos cargan un hacha, logro distinguir el
filo que recorre el hierro cuando las cuchillas se balancean.
Sus vestimentas son parecidas
a las del rey del Valle Oscuro. Los pantalones negros van introducidos en sus
botas. En los cinturones cargan más armas amarradas de sus costados. Todos
llevan pieles de variados colores cubriendo los hombros; rojizos, grises,
negros y hasta blancos, afirmados por un broche con la gran marca de su casa. A
esta distancia me es difícil distinguir el dibujo, pero estoy segura que varios
lobos están acechándonos.
Veo a mi padre que
inmediatamente se coloca al frente de mí, junto a Dorian.
—¡Llévatelas, ahora! —le grita
al príncipe.
Los otros monarcas, que aún se
mantienen en el salón, también cobijan en sus espaldas a las mujeres.
—Ya es hora. —La madre antigua
se posiciona a mi lado y entrelaza mi mano.
No logro entender a qué se
refiere, cuando los guardias continúan empujándome a la salida. Me volteo al
escuchar un nuevo aullido de la bestia que se encuentra a unos pasos. El
bramido es correspondido por nuevos aullidos desde la entrada. Todos nos
detenemos, y entre las sombras un grupo de lobos se acerca lentamente. Veo que
sus brillantes ojos negros se posan en los soldados de mi padre, mientras
gruñen y muestran sus colmillos.
—El tiempo se acabó—murmura la
madre antigua.
Trato de volver a la realidad,
pero capto mi atención en la forma en que los animales se van ubicando a cada
lado de los guerreros.
Mis manos comienzan a temblar
pensando en que las antiguas historias no pueden ser ciertas. No logro entender
qué sucede, pero al mirar a la madre antigua noto que en su rostro no hay
sorpresa, más bien resignación.
Mi atención se dirige hacia
Celsius, que aún se encuentra con una mirada glacial. Realiza un firme
movimiento de su cabeza hacia la entrada, y sin previo aviso los guerreros
comienzan a atacar.
De inmediato, los gritos
inundan el salón y observo cómo los lobos emprenden la carrera inmiscuyéndose
entre la pelea. Algunos toman ventaja avanzando a grandes zancadas, otro grupo
salta sobre las mesas dispuestas en los costados y se abalanzan sobre nosotros.
Antes de poder dar un nuevo
paso, uno de los guardias de mi derecha es derribado por una gran mole de pelo
gris, no alcanza a reaccionar, cuando el animal atraviesa su cuello de una
mordida, desprendiendo su carne. Quiero gritar, pero mi garganta se aprieta.
Los guardias ya no están
preocupados de sacarnos, se giran para enfrentar al resto. Los alaridos de las
mujeres se pierden entre los golpes de las espadas y los gritos de dolor de los
hombres que caen rápidamente, se entierran en mi pecho, comprimiéndolo. Sé que
tengo que salir de aquí, pero no soy capaz de reaccionar.
—Eleonor —la madre antigua me
zarandea del brazo con fuerza. Al parecer, estoy en un estado inconsciente—,
huye.
Aunque quiero escapar, mis
ojos no dejan de recorrer la macabra escena que se desarrolla a mi alrededor.
Me sorprendo de la agilidad de mi padre cuando derriba a uno de los lobos, pero
un escalofrío me recorre al escuchar el grito del animal.
—Eleonor. —La madre antigua
encuentra mi mirada.
La contemplo, pero sus
palabras no me alcanzan, mis ojos siguen la dirección en la que los hombres de
la guardia son derrotados sin ninguna dificultad.
Siento la presencia de una
mirada en mi otro costado, al ladear la cabeza, el lobo que pertenece a Celsius
está a solo unos pasos, acechándome. Mis escoltas se han dispersado, por lo que
nos encontramos de frente. Veo el pequeño movimiento que realiza cuando se posa
en sus patas traseras y da un brinco saltando a unos pasos de mi ubicación.
Esta vez, sí siento la necesidad huir.
Pongo mis manos sobre la
espalda de la madre antigua y la empujo hacia el pasillo, no alcanzo a avanzar
muchos centímetros cuando un nuevo animal nos corta el paso. Aún siento la
mirada clavada del lobo de Celsius, me vuelvo a girar y mi corazón se detiene
cuando la bestia se abalanza sobre mí.
Suelto el agarre de la madre
antigua mientras me desplomo, el vestido y la trenza amortiguan mi caída, pero
mi respiración se vuelve nula cuando el animal hunde sus pezuñas sobre mi
pecho; siento como si un caballo se hubiera sentado sobre mí. Ladeo mi cara al
percibir su cálido aliento cerca de mi mejilla, y mi cuerpo vibra con el suyo
cuando aúlla en un corto y espeluznante sonido. Baja su hocico y lo ubica
presionando sus colmillos sobre mi cuello.
—¡Suelten sus armas! —ordena
el rey del Valle Oscuro.
Desde el suelo, veo la silueta
de Dorian que se acerca, trato de moverme para quitarme al animal de encima,
pero me quedo inmóvil cuando esgrime un nuevo gruñido y presiona sus colmillos
aún más en mi piel, justo donde fluye la mayor parte de mi sangre que palpita
con rapidez.
—¡Suelten sus armas! —vuelve a
ordenar Celsius, esta vez el tono que utiliza es aún más amenazador.
El bullicio desaparece, solo
logro escuchar la respiración del lobo sobre mi garganta. Cierro los ojos para
perder de vista el pelo sobre mí y me concentro en tratar de inhalar, logrando
acceder a un pequeño hilo de aire. Quiero alejarme de la situación pensando que
es una pesadilla, pero el choque de las espadas al golpear el suelo me aclara
que no.
Percibo el cambio de peso
cuando la bestia se baja de mi cuerpo y mis pulmones se extienden tanto como mi
corsé lo permite. Respiro tratando de recuperar mi aliento, ya no llevo su
peso, pero los dientes los mantiene clavados en mi cuello.
—¡Déjala ir! —Alza la voz mi
padre.
—Aún no —responde Celsius, sus
palabras son acompañadas de pasos.
No lo puedo ver, pero percibo
que se acerca.
—Lamento no haber sido
invitado —continúa Celsius—, y lamento aún más, que no me hayas concedido lo
que me pertenece.
—No te corresponde nada —lo
encara mi padre.
No entiendo a qué se refiere
Celsius, pero tampoco puedo coordinar mucho mis ideas. Las puntas de los
colmillos siguen presionando mi piel y la saliva de la bestia se comienza a
deslizar por mi garganta; además de aterrorizada, también me siento asqueada.
—Vendrán por ti, esto no se
quedará así —la madre antigua interfiere.
—No lo creo, jamás se han
inmiscuido y esta no será la oportunidad. —Celsius alza la voz de manera
irónica.
“¿Quiénes vendrán por él?”,
¿por qué no hablan más claro? Y… ¿por qué nadie me quita a este animal de
encima? Aunque mi corazón sigue latiendo con rapidez, hay algo en el agarre del
lobo que me indica que no me morderá. Sus movimientos son controlados, pero su
aliento caliente sigue golpeando mi rostro.
—Deberías ponerte de pie ante
tu prometido. —El rey del Valle Oscuro se agacha a mi lado.
¿Se refiere a mí? No logro
entender sus palabras, el lobo libera la presión y mi garganta vuelve a estar
libre. Se aleja unos pasos ubicándose al lado de Celsius. Del otro costado,
siento el agarre de mi brazo, la madre antigua me ayuda a incorporarme,
mientras palpo mi garganta en donde aún siento un cosquilleo por la tensión de
los dientes.
Me levanto y la escena es
horrorosa. Varios cuerpos yacen en el suelo sobre charcos teñidos de rojo. La
mayoría de los asistentes ya desalojó el salón. Pero desde aquí, aún se pueden
escuchar los golpes de espadas y gritos, lo que me advierte que la batalla
continúa al exterior.
Encuentro la mirada de mi
padre, no logro interpretar su expresión, nunca lo había visto de esa manera y
esto está mal en todas las formas que puedan existir. Los guardias e invitados
se encuentran desarmados y flanqueados por algún guerrero o una bestia.
La mayoría tiene su atención
puesta sobre la entrada, por lo que dirijo mi mirada hacia lo que observan. Los
guerreros de cara roja se mueven lentamente hacia los costados, dejando un
espacio en la puerta que es reemplazado por una gran silueta que ingresa con
decisión. Su cabello oscuro resalta sobre la pintura de su cara, su moño lo
lleva levantado, indicando que es de rango mayor a los otros hombres.
La capa de sus hombros es del
mismo color del animal que lo acompaña pegado a su cadera, también es más
grande que los demás. El pelaje negro azulado destaca entre lo lúgubre del
salón. Se dirige directamente hacia mí, trato de quitar mi mirada, pero hago lo
contrario, encontrando sus ojos. Hubiera preferido no haberlo hecho, porque su
mirada oscura es penetrante y su boca dibuja una sonrisa, que hace que mi
nerviosismo se vuelva a desencadenar.
En este momento, me encantaría
poder detenerlos a todos y que me explicaran de qué se trata todo esto. Al
parecer, la única que posee cara de pregunta soy yo. Los demás se observan
asustados, pero no sorprendidos.
—¿No saludarás a tu futuro
marido? —dice Celsius, con un tono petulante.
No puedo evitar observarlo,
dándole una mirada asesina, sé que no le interesa, pero al menos puedo expresar
mi malestar.
—Eleonor ya se casó. —Dorian
intenta dar un paso hacia mí, pero es detenido por una daga que ahora yace en
su cuello.
Con mi mirada, trato de
indicarle que no lo intente otra vez. Además, quiero saber qué es lo que
desean. Me armo de valor y alzo mi voz, tratando que suene firme, como debe ser
una reina.
—No sé cuál es tu intención
—trato de mantener mi voz neutral, aunque creo que no lo consigo, ya que sale
como un chillido—. Como dice Dorian, ya nos casamos.
—El matrimonio no se ha
consumado. —Celsius levanta una ceja que hace que su cicatriz se realce en su
mejilla.
—¡Eso no va a suceder! —grita
mi padre.
El rey del Valle Oscuro
levanta su espada girándose rápidamente. El grito queda detenido en mi
garganta, cuando uno de los guardias cae al suelo con su garganta cercenada.
Debe ser el impacto, ya que no puedo quitar la vista de la sangre que mancha el
suelo.
—Si te mueves, lo hago otra
vez. —Celsius increpa a mi padre y vuelve a lacerar una nueva garganta.
—¡Suficiente! —grito sin poder
contener mi ira y frustración—. ¿Qué es lo que quieres?
Aunque mis manos tiemblan y
mis piernas también, mantengo la mirada en Celsius.
—Lo que nos corresponde —dice
el hombre que había ingresado hace algunos segundos, ubicándose a mi lado.
Percibo su presencia, pero
evito encontrar nuevamente sus ojos. Mi atención se dirige a mi padre que trata
de aproximarse, pero su intento es detenido por dos guerreros.
—Princesa, te presento a mi
hijo Magnus, mi heredero —Indica Celsius ubicándose en mi otro costado—.
Hubiera deseado que se conocieran en otras circunstancias, pero ya que el rey
Leonidas no nos convocó, nos tuvimos que presentar de esta forma.
—Al parecer, la princesa no
fue curtida con buenas costumbres. En este momento espero mi reverencia —habla
Magnus a mi lado.
Mis ojos continúan en mi
padre. Él nunca se ha sometido y yo tampoco lo haré. Menos frente a desalmados
que derraman sangre sin razón. Mantengo mi postura rígida y mi cabeza elevada.
—Me gustan las mujeres con
carácter —Magnus susurra en mi oído—. Al final de este día te arrodillarás ante
mí.
Aunque sus palabras me hacen
temblar, lo miro sin demostrar el miedo que se revuelve en mi interior.
—Celsius —la madre antigua da
un paso—, a tu casa hace muchos años que no les pertenece el trono.
—¡Nos lo arrebataron! —Alza su
voz.
—Los reinos no podían seguir
en la oscuridad y nunca lo volverán a estar —responde la madre antigua con toda
la calma que siempre ha demostrado.
Varios gritos y golpes, nos
hacen a todos girar hacia un pequeño grupo de soldados que entra al salón. Pero
la esperanza que pude tener de que nos salvarán, se derrumba de inmediato al
verlos reducidos en el suelo.
Mi cabeza trata de mantener mi
parte razonable ante la situación. Hace muchos años que los reinos no poseen
grandes conflictos o, al menos, nunca había escuchado de una conspiración
parecida. Mi familia reina hace varias generaciones y la mayoría de los
territorios respaldan el liderazgo de mi padre. No logro entender qué es lo que
desean.
Al observar cómo los animales
se mantienen en su posición, cerca a cada guerrero. Algunos fragmentos de las historias
que me relató Laurel aparecen. Los cuentos hablaban, que los lobos se enlazaban
con los humanos, pero siempre pensé que eran invenciones de mi doncella para
atemorizarme; si la vuelvo a ver le diré que estoy aterrada.
Mi padre discute con Celsius,
pero no logro escuchar su conversación. Sigo divagando, tratando de recordar si
hay algún tipo de disputa del pasado que nos esté llevando a esta situación.
Solo sé, que hace miles de años, los señores del Valle Oscuro habían reinado.
Su imperio fue del terror; infundían su poder a través de la muerte. Caminaban
por la gran mayoría de los territorios saqueando los pequeños pueblos. Tomaban
lo que deseaban; alimentos, mujeres y tierras. Con los años, los recursos
comenzaron a escasear, la hambruna y las enfermedades se esparcieron por los
campos, extinguiendo las cosechas y los animales.
Los primeros relatos,
mencionan que el antiguo gran monarca, había comenzado una rebelión. Que, en
noche de luna menguante, mientras los lobos descansaban y su poder disminuía.
Lucios, marcado con la luna nueva en su piel, subió a la montaña más lejana
junto a Liona, antigua heredera de luna llena. Juntos habían consumado su unión
a los pies de los grandes ancestros, engendrando al nuevo descendiente. La
noticia se esparció rápidamente por todos los territorios. Comenzando así el
alzamiento para combatir y retomar el poder de Badru.
La parte de la historia que
desconozco es, cómo los guerreros del Valle Oscuro lograron enlazarse a los
lobos, los relatos llegan solo hasta ahí.
Retorno a la sala, cuando la
voz de Celsius inunda el lugar.
—Terminemos con esto.
—Pensé que teníamos un acuerdo
—mi padre lo vuelve a encarar —, tú te mantendrías al margen de esta sucesión y
nosotros no interferiríamos con tu territorio.
“¿Qué?”, mi cabeza reacciona.
¿Por qué mi padre tenía algún tipo de arreglo con este tirano?
—Pretendes nuevamente quitarme
mi derecho —Celsius lo increpa—. Meria era mía.
—Ella nunca lo fue. Jamás
hubiera permitido que se uniera a un déspota como tú.
—¿De qué habla? —Me inmiscuyo
al escuchar el nombre de mi madre.
—Veo que sigues con los
secretos —Celsius se gira hacia mí—. Al ser mayor que tu padre, me correspondía
a mí casarme con ella. Es lo que dicta nuestras costumbres, pero él
se la llevó, concibiendo al nuevo descendiente.
—¿Eso es verdad? ¿secuestraste
a mi madre? —Esa parte de la historia jamás la había escuchado. La verdad, es
que no sabía mucho de ella, ya que había fallecido cuando yo era pequeña.
—No sucedió de la forma que él
lo dice. —Mi padre encuentra mi mirada.
—Esta vez podemos enmendar la
situación. Magnus es mi heredero —dice Celsius—, y posee un linaje puro, por lo
que será el próximo monarca.
—Eso no sucederá. —Mi padre
trata de acercarse, pero uno de los guerreros golpea su nuca con la empuñadura
de su hacha.
Quiero correr hacia a él, pero
Magnus me alza de mi brazo, deteniendo mis pasos.
—Tú y yo tenemos algo que
hacer.
Trato de zafarme, pero el
agarre de Magnus es fuerte. Sus dedos los entierra en mi piel cada vez que me
muevo. Mi cabeza continúa girando en todas direcciones; los lobos, mi padre,
Celsius, mi madre. No sé por dónde comenzar a que me den explicaciones. Aunque,
claramente, este no es el momento de pedirlas, ya que Magnus continúa arrastrándome
hacia la mesa dispuesta como altar. Su prioridad es que llevemos acabo nuestro
matrimonio. Situación que revuelve mis entrañas, sin mencionar el hecho que si
no ocurre algún tipo de milagro, esta noche tendré que entregarme a él.
Los gritos y alaridos se
cuelan a través de los rincones del castillo. Pienso en mis doncellas y ruego a
los ancestros que no les hagan daño. De reojo, observo a Dorian, y aunque lo
quisiera, mi príncipe no me puede ayudar. Lamentablemente, eso no lo detiene
para luchar. Se lanza contra el guerrero y cierro mis ojos cuando le propinan
un fuerte golpe en su cabeza que lo deja inconsciente, cayendo al suelo.
Grito y trato de llegar a su
lado, pero la mano de Magnus aprieta mi brazo. Esta vez una punzada de dolor se
extiende hasta mi hombro. Aunque debería ceder, no lo haré, nunca me someteré,
pero tampoco puedo permitir que esta matanza continúe.
—Está bien —me calmo y levanto
mi voz—, cooperaré, pero déjenlos ir.
Celsius alza la comisura de
sus labios de manera satisfactoria, realiza un gesto con su cabeza y Magnus
suelta su agarre.
—¡No lo permitiré! —Mi padre
grita desde el suelo.
Encuentro sus ojos y quiero
indicarle que se calme. No sé qué estoy haciendo, pero a lo mejor, puedo ganar
algo de tiempo hasta encontrar una salida o en unos minutos más estaré
entregando mi pureza al príncipe de la oscuridad.
Tamara Kruger
¿Quieres continuar la lectura?
Puedes adquirilo en formato digital
Puedes adquirilo en formta papel
Activada preventa. Contáctame a través de mi Facebook
Lanzamiento
Sábado 20 de mayo, 15:00 hrs. Centro Cultural Palacio Alamos, Santiago
Deja tus comentarios :). Cariños.
Mi nombre es Sarah, y tengo su sede en España ... ¡Mi vida ha vuelto! Después de 2 años de matrimonio roto, mi esposo me dejó con dos hijos. Sentí que mi vida estaba a punto de terminar, casi me suicido, estuve emocionalmente deprimido durante mucho tiempo. Gracias a un hechicero sacerdote manuka, que conocí en línea. En un día fiel, mientras navegaba por Internet, encontré muchos testimonios sobre este hechicero en particular. Algunas personas testificaron que él trajo a su ex amante de regreso, algunos testificaron que él restaura sus úteros, cura el cáncer y otras enfermedades, algunos testificaron que puede conjurar un hechizo para detener el divorcio, y así sucesivamente. También encontré un testimonio en particular, se trataba de una mujer llamada Sonia, ella testificó acerca de cómo él trajo de vuelta a su ex amante en menos de 6 días, y al final de su testimonio dejó caer la primera dirección de correo electrónico de manuka. Después de leer todo esto, decidí probarlo. Lo contacté por correo electrónico y le expliqué mi problema. En solo 5 días, mi esposo volvió a mí. Solucionamos nuestros problemas, y estamos aún más felices que antes. El sacerdote manuka es realmente un hombre dotado y no dejaré de publicarlo porque es un hombre maravilloso ... Si tienes un problema y estás buscando un hechicero real y genuino para resolver todos tus problemas por ti. Pruebe: sacerdote manuka en cualquier momento, él podría ser la respuesta a sus problemas. Aquí está su contacto:
ResponderEliminar(lovesolutiontemple1@gmail.com) o visite su página en facebook priest manuka ,, hambriento para videollamadas
(1) Si quieres recuperar a tu ex
(2) Quieres que mujeres / hombres corran detrás de ti ...
(3) Desea ser promovido en su oficina.
(4) Cuidado herbal (VIH, SIDA, cáncer, etc.).
(5) Quieres ser rico.
(6) Si quieres ganar a lo grande en la lotería.
(7) Si necesita asistencia financiera.
(8) Garantiza que ganes los casos judiciales problemáticos
(9) si siempre tienes malos sueños.
(10) si quiere detener su divorcio.
(11) Hechizos de fertilidad / Hechizos de embarazo