Princesa de Luna Nueva
Capítulo 1
Nos
desplazamos en la noche alejándonos de las Altas Montañas de Aquilón y el
silencio es interrumpido por el chirriante ruido que emiten las ruedas de la
carreta.
Un
nuevo reino queda a merced de los guerreros del Valle Oscuro y cada día que
pasa su poder y ejército crece conquistando más tierras.
Hace
sólo unas semanas esta guerra que invade a Badru me alejó de mi hogar y mi
familia; y aunque anhelo poder estrechar los brazos de mi padre, mis pasos hoy
me alejan cada vez más de él y no tengo la certeza de que lo vuelva a ver.
Nuestro
camino hoy es incierto y lo único que nos sigue impulsando, es la esperanza que
para la próxima luna llena conciba al heredero, para poder finalmente romper el
encantamiento. Palabras fáciles de pronunciar, pero llevar a cabo esta misión
ha sido más difícil de lo que pude imaginar.
En
solamente unas semanas descubrí que todo el entorno que me rodeaba había sido
una ilusión, construida con la intención de protegerme y que los secretos junto
a los misterios que han estado unidos a nuestra historia, son una realidad de
la cual no podemos escapar.
La
casa del Valle Oscuro se ha alzado con el objetivo de reinar sobre todo nuestro
mundo.
Tristemente
sus ideales van unidos a muerte y destrucción. Y si no los detenemos su imperio
será liderado por la codicia y maldad.
Nuestra
batalla recién comienza y con la muerte de Magnus creo que aumentaremos más el
odio y la crueldad en los líderes de los lobos. Estoy segura que cuando conozcan
lo sucedido, no descansarán hasta encontrarnos para vengar con sangre la
pérdida de uno de sus herederos.
La
primera vez que los lobos atacaron mi castillo fui testigo de lo que son
capaces para lograr su cometido y al estar cautiva bajo el príncipe del Valle
Oscuro vi con desazón como sería estar bajo su monarquía.
Mi
mano aún va entrelazada a la de Alen, el agarre es tan firme al punto que mis
dedos se han adormecido, pero no la quito, el miedo de haberlo perdido mientras
estuve apresada aún se encuentra latente en mí.
—Pensé
que no te volvería a ver —Alen acerca su rostro ubicando sus labios en mi
frente—Estaba decidido a matar a todos los guerreros hasta encontrarte.
—Tuve
que propinarle un golpe en la cabeza —Emery se gira mirándonos hacia la parte de
atrás de la carreta —Cuando regresamos y no te encontramos, Alen quería volver
por ti, pero hubiera sido un suicidio atacar a los lobos en ese momento.
—Te
prometí que no te perdería y no lo cumplí—Alen pronuncia con culpabilidad sus
palabras.
—No
debes responsabilizarte por eso. Si no me hubieran encontrado en aquel momento
tal vez aún me encontraría secuestrada a merced de ellos.
—Dime
por favor que Magnus no te hizo daño —Alen me observa con preocupación.
—No.
Sólo utilizó un gran poder de persuasión para que cooperara. —Las imágenes de
la doncella decapitada frente a mis ojos es algo que será difícil de olvidar.
—¿El
hijo de Priust como hizo para no enlazarse? —pregunta Elisa.
—No
estoy segura, me dijo que la maldad no había invadido su corazón. Si no hubiera
sido por Boreas, jamás hubiera logrado escapar.
—No
confío en él —Emery me mira de manera seria —Podría ser una trampa. Jamás he
escuchado que algo así pueda ocurrir.
—Me
parece una forma bastante extrema para engañarnos. Matar a uno de los líderes
herederos al trono para ganar nuestra confianza es algo difícil de
creer—respondo convencida de lo presenciado —Además vi como actuaba él y su
lobo, estoy segura de lo que dice.
—Aquel
joven fue muy valiente —Alen hunde su nariz en mi cabellera—Tampoco confío en
él, pero arriesgó mucho para poder sacarte de ahí.
Recuerdo
las últimas palabras de Boreas y la nueva responsabilidad que instauró sobre
mis hombros. También debo salvarlo a él, rescatándolo de la tiranía de su
pueblo. Otra misión difícil de realizar y al pensar en todo lo que debemos
enfrentar el frío de la noche me envuelve. Me acurruco más cerca de Alen para
olvidar por un segundo todo lo vivido. Asimilo su contacto, el cual no había
sido capaz de valorar hasta ahora. Cerca de él me siento segura y en calma.
Un
movimiento a mi lado me hace desprenderme de la estabilidad de sus brazos.
Gamar tose de costado entre los cuerpos. Me acerco para ayudarlo a que beba
agua al ver que despertó.
—Con
calma —levanto su cabeza para que no se atore con el líquido que ingiere de
manera apresurada — ¿Te sientes mejor?
—¿Mi
padre? —es lo primero que murmura de manera débil.
—No
sé lo que sucedió con él, lo lamento — lo ayudo a incorporarse apoyando su
cuerpo en mi regazo. El destino del rey Yokar es incierto al igual que el de mi
familia y después de lo sucedido con su hijo dudo que sus captores tengan
contemplación con él.
—Por
aquí está bien —La carreta se desliza hacia un costado del camino deteniéndose.
Mi hermano desciende seguido por Elisa —Descargaremos los cuerpos, necesitamos
lugar para transportar a las otras personas de Aquilón que lograron escapar.
Alen
de inmediato baja de un salto evitando mirar atrás, mi cercanía con Gamar debe
ser algo que no quiere observar. Lamentablemente no hay nada que pueda hacer al
respecto, es mi nuevo prometido y su presencia mantiene la esperanza viva de
poder terminar la guerra que ya se desencadenó.
Mientras
comienzan la tarea de bajar los cuerpos abatidos y masacrados sin ninguna
consideración por lo lobos, un recuerdo invade mis pensamientos.
—¿Encontraron
a Assel?, la hirieron cuando me capturaron —Las imágenes de ella siendo
atravesada por una flecha y luego su cuerpo abandonado en las colinas me
acechan, y ruego porque la hayan encontrado y atendido.
—La
encontramos —Alen responde, pero de una forma que me preocupa—se encuentra muy
débil, su herida es mortal. Lo lamento, no podremos hacer nada por ella.
—¡No
puede morir! —me incorporo recordando sus ojos blanquecinos y sus movimientos
más rápido de lo normal. No logro entender que fue lo que presencié, pero si
fue capaz de mostrar habilidades especiales, por nombrarlas de alguna forma, es
un indicio que un arma común y corriente no la puede matar o es lo que quiero
creer para mantener viva la ilusión de que no la perderé —¿Dónde se encuentra?
—Oculta,
pero no nos podrá acompañar —Emery rehúye mi mirada.
—Ya
te lo dije, ella no puede morir —remarco mis palabras, negándome a que nos vaya
a abandonar.
—Eleonor
—Alen se acerca tomando mi mano— Sé que estaban muy unidas, pero debes aceptar
el hecho de que no sobreviva.
—Tú
no sabes lo que vi en la colina, sus ojos brillaron y se deslizó más rápido que
cualquier guerrero, ella es especial —trato de explicar, pero seguramente
pensarán que estoy loca o bajo mucha presión.
—Eleonor
estabas nerviosa, tal vez…
—No
lo digas, sé lo que vi —interrumpo a Elisa —Deben llevarme con ella ahora.
Rápidamente
dejamos a los caídos en un pequeño prado. Colocando sus cuerpos uno al lado del
otro, lamentablemente no tenemos ni el tiempo ni los recursos para realizar una
digna despedida. Insisto en realizar una plegaria a los Antiguos Ancestros por
las vidas pérdidas para que encuentren su camino junto a ellos.
Después
de dejar la carreta oculta entre los árboles o al menos lo más camuflada que el
entorno nos permite, nos adentramos entre las sinuosas colinas a pie hasta llegar
a un claro lo suficientemente apartado para no ser descubiertos.
Alen
y Emery han ayudado al Príncipe a avanzar y lo recuestan cerca a la primera
fogata que se divisa. Por la gran cantidad de heridas se ha mantenido
consciente a momentos.
Varias
personas se encuentran reunidas cerca de un lago que es alumbrado por la luz
tenue de la luna que nos sigue acompañando. Una de las mujeres se acerca a
atender al nuevo herido, por su vestimenta sé que es del pueblo de las águilas.
Emery
me guía a una nueva hoguera que titila con el apacible aire que envuelve la
noche. Una joven se encuentra sentada junto a la fogata hablando en un susurro
que no logro entender, me percato que toma la mano de un herido y al acercarme
la reconozco, es Assel, a ella le susurra palabras de calma y consuelo.
—Voy
por agua —dice retirándose para darnos privacidad.
Me
arrodillo al lado de mi doncella y de inmediato percibo la transpiración que
abraza su pequeño cuerpo. Al tomar su mano la piel arde como las brasas del
fuego que nos ilumina.
—No
nos podemos quedar mucho tiempo ocultos en este lugar, si ya encontraron el
cuerpo de Magnus comenzarán a buscarnos —Elisa se mueve inquieta a mi
alrededor.
No
presto atención a sus palabras, sólo me concentro en la joven recostada que me
protegió de forma valiente. Retiro el paño que cubre su frente y lo remojo en
un cuenco dispuesto a un costado, luego lo acerco a sus mejillas tratando de
aliviar su malestar.
—Assel,
¿me escuchas? —me acerco a su rostro musitando.
Sus
párpados se mueven en un acto reflejo. La vuelvo a llamar y nuevamente un
desplazamiento en sus ojos me alerta que reconoce mi voz.
—Elisa,
no es lo más seguro que emprendamos la marcha ahora, debemos esperar el alba,
por ahora prepara todo para continuar nuestro camino —Emery se arrodilla a mi
lado, contemplando a Assel, en sus ojos se refleja pesar.
—¿Lo
dices por ella? —no tengo que mirar a Elisa para saber a quién se refiere.
—No la podemos llevar, será una carga, un peso
muerto que nos retrasará —Elisa continúa.
—¿Qué
dijiste? — de inmediato me incorporo increpándola —No te permitiré que hables
así de ella, no la dejaremos y si piensas que su vida no es preciada te aclaro
que ella es más valiosa para mí que tú.
—Elisa
—Emery se interpone entre nosotras y agradezco que lo haga, debo contenerme para
no golpear su rostro.
—Eres
uno de ellos —un susurro se escapa de los labios de Assel, al girarme hacia
ella sus ojos están abiertos. Me agacho de nuevo a su lado, mientras mi hermano
aleja a Elisa.
—Assel
—sitúo mi mano en su frente acariciando con delicadeza su cabello oscuro —No
hables, no te esfuerces.
—Eres
uno de ellos —vuelve a repetir, al principio pienso que está desvariando por su
alta temperatura, luego reacciono al darme cuenta que aún voy vestida como el
enemigo.
—No
lo soy, nunca lo seré, sólo es su vestimenta.
—Lo
serás, aunque no quieras lo serás —cierra sus ojos otra vez.
—No
sabes lo que dices, tu fiebre se encuentra demasiado alta, por favor debes
descansar.
—Escúchame…—
levanta su cabeza agarrando mi mano, sus ojos se agrandan y el color
blanquecino envuelve sus pupilas —Debes ir al Bosque Blanco, las respuestas que
buscas las encontrarás allá.
—¿Tú
sabes la respuesta? —mi cuerpo se tensiona, esta vez no es de temor, más bien
de curiosidad. Sé que ella es especial, pero no sé hasta qué punto.
—No
lo sé por completo —tose y su cabeza cae, busco a mi alrededor agua para que
beba.
—Está
delirando —Alen se acerca tendiéndome una bota con líquido.
—¿Y
por qué delira sus ojos cambian a blanco? —humedezco sus labios al mismo
instante que tantas preguntas me rondan.
—Eso
es extraño, ¿Crees que tenga algo que ver con la hechicera? —Alen se arrodilla
examinándola.
—No
lo sé, pero si fuera así no puede morir, la magia debería curarla.
—El
lobo te tomará… —Assel vuelve a susurrar, pero esta vez el sonido de su voz es
casi inaudible —el lobo te tomará…
—No
sabe lo que dice —Alen se incorpora y me tiende una mano para que lo acompañe
—déjala descansar, tu aspecto puede hacer que cualquiera se cuestione al bando
que perteneces.
Dejo
que me guíe por la orilla del lago, mientras sigo pensando en mi doncella. Me
gustaría creer que Assel delira por su fiebre. El recuerdo de sus palabras me
hace estremecer. Las visiones que visualicé aquel día en la cabaña de la
hechicera tenían relación con Magnus acechándome, luego un gran lobo
devorándome. Trato de tranquilizarme pensando en que esa profecía no se
cumplirá. El príncipe del Valle Oscuro murió, pero eso no quiere decir que
Celsius o Priust no intenten capturarme nuevamente y ésta vez para que Boreas
realice la unión conmigo, este último pensamiento me crea repugnancia, él es sólo
un niño.
—Te
traje ropa para que te cambies —Alen se detiene a la orilla del agua que se
mueve por la brisa que recorre el pequeño lugar.
Al
levantar mi cabeza me doy cuenta de que nos hemos alejado varios metros del
improvisado campamento, los grandes árboles son una especie de pared que nos
cubre de los demás.
—Necesitas
asearte, tu cara es igual a la de un guerrero del Valle Oscuro y aún no decido
si abrazarte o atravesar mi espada en tu cuerpo.
Le
doy una tímida sonrisa dejando que me conduzca hasta una roca cercana para que
me siente, se arrodilla a mi lado y comienza a quitar mi calzado.
—¿Qué
haces? —lo miro desconcertada.
—Te
ayudo —deposita la bota en el suelo y luego retira la otra —te voy a compensar
por estos días que estuviste prisionera.
Se
coloca de pie y me quita el broche de acero que va en mi cuello, el lobo con
sus fauces abiertas nos observa mientras es arrojado lejos.
—Lo
puedo hacer yo, estoy bien —menciono al sentir el contacto de sus manos. Sé que
hace unos días varias partes de nuestros cuerpos se tocaron de forma más
íntima, pero me dejé llevar pensando que estaba segura con él y en el castillo
de Aquilón. La realidad me advierte que ya no estaré a salvo en ningún lugar
otra vez.
—Pues
de todas formas te ayudaré —desliza la chaqueta por mis hombros y también es
lanzada lejos, junto al resto de las prendas que me recuerdan a los malditos
seres que nos persiguen.
Una
vez que ya se deshizo de la mayoría de mi ropa, me quedo solamente con la
prenda negra que cae a la altura de mis muslos.
Me
acerca para que introduzca mis pies en el agua fría. De inmediato percibo el
cansancio en mi cuerpo, que es igual a la fatiga de mis pensamientos. Me quedo
inmóvil cuando Alen se sitúa junto a mí en ropa interior. Mi mirada viaja por
su torso desnudo y me es imposible no recordar la textura de sus músculos y la
calidez de su piel. Tampoco puedo detener el deseo de mi cuerpo hacia él.
—Ven
—me da su mano internándome en la profundidad del lago —Tu prometido no se
encuentra en condiciones para ayudarte.
Al
escuchar sus palabras me detengo soltando su agarre, sin poder detener la cruda
realidad. Mi mano se desliza en un acto reflejo hacia el tatuaje que llevo en
mi clavícula, la luna llena me aclara cuál es mi destino. Gamar en unas pocas
semanas será el hombre que me desposará, para que fecundemos al nuevo heredero.
Las visiones lo predijeron, siendo la única forma de poner fin al encantamiento
que ha enlazado a hombres y lobos.
Vuelvo
mi mirada a Alen que me espera, por su expresión tratando de adivinar mis
pensamientos. Me gustaría decirle que ya nada es claro y que mi corazón lucha
en contra de lo que dicta mi razón.
Lo
gélido del agua penetra mis muslos llegando a los huesos, congelando mi cuerpo
y mi ser. No puedo permitir que la matanza continúe y sólo depende de mí que
esto llegue a su fin. La vida de mi familia se encuentra en mis manos junto a
la de Alen, esta vez no me perdonaría que su sangre se derramara, por no tener
la fortaleza de controlar mis instintos. No puedo seguir por esta senda, es
irrespetuoso que en mi posición de próxima reina de Badru me siga comportando
de una manera tan poco decorosa, aunque mis instintos clamen a cada minuto algo
diferente.
—¿Te
encuentras bien? —Alen todavía me aguarda y quiero responder que no, pero mi
responsabilidad me fuerza a tener que dejar de comportarme como una niña que se
deja llevar por sus deseos, creándose falsas ilusiones de que el amor la
amparará.
—Algo
cansada —le quito el paño que carga en su mano —estaré bien, me asearé, me
gustaría intimidad.
Su
pelo es alborotado por la brisa que nos envuelve esta noche. Su mirada
resplandeciente se pierde y sus ojos se oscurecen de la misma forma que mis
sentimientos caen en la oscuridad.
—Por
supuesto Princesa —realiza una pequeña reverencia, luego se aleja —Si necesitas
algo me mantendré cerca.
Comienza
a caminar hacia la orilla del lago y mientras se aleja empuño mis manos
enterrando las uñas en mi piel, para obligarme a no correr hacia él, a no
gritar su nombre, a no sucumbir a la necesidad de sus brazos.
No
miro atrás. Me quedo en medio del lago hasta que el frío me envuelve. Y, aunque
todo en mí, grita que libere mis cadenas, la razón me exige a mantener mis
deseos y anhelos enjaulados.
Una
vez que termino de limpiar la sangre de mi rostro, el rojo del paño me recuerda
la matanza que he visto junto al sufrimiento de tantos pueblos. Quiero
sumergirme en el agua hasta no poder respirar, pero me obligo a salir al sentir
el temblor en mis manos.
Al
avanzar cada movimiento se percibe más difícil que el otro, como si mi cuerpo
se hubiera transformado en piedra ante la tristeza que llevo impregnada y no únicamente
por mi pueblo, también por mí.
La
soledad de la noche me abraza y serpentea por mi cuerpo. A pesar de que la
lucha comenzó hace mucho es la primera vez que me siento sola, como si
estuviera en el borde de un acantilado a punto de saltar y nadie me pudiera
sostener. La mujer que había querido despertar hace unos días junto a Alen, la
debo ocultar. Y debe aparecer la mujer que se convertirá en reina. Me deberé
armar de fortaleza y valentía, para llevar a mi pueblo nuevamente a la luz. La
necesidad de las palabras de la Madre Antigua junto al carácter de mi padre son
cosas que requiero con urgencia y su recuerdo hace que mi garganta se comprima
hasta al dolor, queriendo liberar las lágrimas que se han arremolinado al
sentir la desazón que me invade, al contemplar como todo a mi alrededor se
desmorona y la lucha está en nuestra contra.
Me
termino de vestir con prendas que me quedan más holgadas de lo normal. La ropa
no está del todo limpia y su apariencia me hace pensar que fue tomada de algún
soldado que ya pereció.
El
ruido entre las ramas me advierte de una presencia. Alen aparece cargando un
pequeño morral. Contemplo en su rostro los signos del cansancio.
—¿Te
sientes mejor? —Evade mi mirada mientras me extiende lo que carga en la mano
—Encontré algo de comida debes tener hambre.
—Gracias
—Al tomar el morral esquivo el contacto de su mano, pensando que un roce de su
piel hará que me abalance sobre él, derrumbando el frágil muro que intento
construir.
—Ya
se alistan para marchar —Alen se queda a un paso de mí, contemplando hacia el
lago —Anteriormente no te quise incomodar. No me agrada que me alejes, pero
entiendo que quieras mantener las distancias ahora que nuevamente estás
comprometida.
—No
es eso… es sólo que…
—Tranquila,
no debes explicar nada —Me interrumpe —. Es difícil estar en tu posición y más
después de lo que viviste junto a Magnus. Quiero que sepas que el juramento que
realicé, se mantiene intacto. Estaré junto a ti protegiéndote hasta el día de
tu boda y lo que te dije en la ceremonia de los ciervos también continua en
pie, mi casa siempre te recibirá.
Lo
miro sin saber que decir, me pierdo en la curvatura de su mandíbula y en la
forma de sus labios que es alumbrada por la tenue luz. Levanto mi rostro para
que el aire apacigüe la llama que se enciende cada vez que percibo su
presencia.
—Ya es hora —me extiende su brazo como lo
haría en la corte de mi castillo, respetuoso y distante — ¿Estás lista para
continuar?
—Lo
estoy —me obligo a responder, aunque su distancia hace que mi corazón se
quiebre. En este momento a lo único que puedo aferrarme es a su promesa. Busco
consuelo pensando que se mantendrá a mi lado y siempre estará para recibirme en
su casa, aunque tal vez nunca pueda cobijarme junto a él de la forma que deseo.
Me
obligo a levantar mi cabeza para enfrentar lo que viene, dejando a la mujer que
busca el amor en el lago, sumergida en lo gélido del agua y camino apropiándome
de la mujer que fue marcada al nacer con un cometido. Liderar a mi pueblo para
que sea libre a pesar de mi propio cautiverio.
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Proximamente en Papel :)
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